Smartphones de gama alta: la era del desequilibrio

La perfección no existe en los smartphones, pero, aún asumiendo esto, ¿hasta qué punto podemos perdonar el desequilibrio de los smartphones de gama alta?

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Engañarnos a nosotros mismos no es deporte olímpico ni nacional, pero a veces es algo más que un hobbie. A veces nos gusta creer que existe lo inexistente, sobre todo si es abstracto, como un sentimiento o como una relación. Como esa pareja perfecta, bonita, de toda la vida, cuya relación lleva rota hace años pero tanto ellos como nosotros nos empeñamos en aparentar que aún se mantiene, y todos contentos.

Eso es lo que nos pasa con la relación calidad-precio en algunas familias de productos; nos conviene creer que aún existe por orgullo y por consuelo, o como excusa para cierta inversión, para hacer motivo al capricho. Y… ¿Todos contentos?

Cuando hablamos de smartphones de gama alta deberíamos concebir el más alto nivel de exigencia para unos productos cuyo precio sí es el más alto. Deberíamos estar comprando lo mejor, una experiencia de usuario premium, un asiento en primera para poder mirar atrás (o abajo) y sonreír con superioridad. Pero hace ya años que, como mucho, miramos tímidamente de reojo.

Samsung Galaxy S6 y S6 Edge

El terminal redondo

Aunque la memoria me lleva al Nokia 6600 al pronunciar esta expresión, la cosa va mucho más allá de la forma de los terminales.

Aún asumiendo que el terminal definitivo no existe (ni va a existir, por interés de la industria, como otras muchas cosas), la elección de un terminal se produce tras un balance de pros y contras cuyo equilibrio se pervierte por nuestra sed de poseer y de experimentar lo último, por ese “culo veo, culo quiero” de tres cifras. Queremos un terminal obedeciendo a esa adecuada calificación de “objeto de deseo” por las hábiles tácticas publicitarias, porque lo tiene tu amigo y/o porque tus referencias hablan maravillas de él. Y tendrá pegas, porque sí, y porque además seguro que alguien se ha encargado de mencionarlas (e incluso magnificarlas, haters gonna hate). Pero nosotros no vemos astillas; nuestra mente obnubilada por el hype es la escofina que se encarga de eliminarlas para que la imagen de ese terminal quede pulida y sí pensemos que es un terminal redondo, compensado, equilibrado. Nada más lejos de la realidad.

Smartphones de gama alta: la era del desequilibrio

«Todo genial menos la batería». «Es perfecto salvo la pantalla». «Ideal a excepción de la cámara». «Va muy bien pero es incómodo». Voy a dejar que vuestro cerebro geek ponga ejemplos a estas frases, porque lo va a hacer (los míos estaréis hartos de leerlos o escucharlos, porque soy así de pesada insistente). Ya son años redondeando terminales como para tener una buena base de datos de donde tirar.

El masoquismo, la pseudo-paternidad y la boca pequeña

Hay perdones y perdones. Perdonas a la señora con un bolso más grande que ella que te da sin querer, perdonas a un amigo por llegar tarde (y por ser guapo) y perdonas que el cortado no esté caliente (bueno, perdonas a medias). Son perdones sencillos, instintivos y gratuitos. Pero también perdonas malos procesos de fabricación, GPS que parecen acabar de bajar de la montaña rusa, software exasperante y pantallas ofensivas, son perdones de 700€ en arriba. ¿Por qué lo hacemos? ¿Qué es lo que falla?

Fallamos nosotros, porque somos humanos y porque lo hemos permitido. Hemos permitido que nos compense perdonar lo susceptible de mejora porque el resto nos satisface, lo cual tiene su lógica, pero que si es algo que se reitera en número y se prolonga en tiempo acaba sosteniendo un empuje a la industria haciéndola girar en ciclos de retroalimentación negativa para nosotros, los consumidores: cuanto más compramos y perdonamos, más se mantienen esos altos precios de la disculpa, y más mengua nuestro bolsillo.

En los casos más extremos, están los padres y los accionistas, los que defienden los precios, porque es su marca, su bandera y su vástago. Se pierde la objetividad (y casi la noción de la realidad) cuando se defiende un alto precio sólo porque un producto lleve una etiqueta (la de flagship) asignada antes de su nacimiento, como si se tratase del embrión de un heredero al trono. No reconocer los fallos o comentarlos sólo en la intimidad, como los adláteres en sus corrillos, y de ahí que no salga, como si fuesen a rodar cabezas. A veces parece que el orgullo sea un concepto más en la factura de nuestro nuevo terminal.

Pagar por callar. El consumo absurdo. El masoquismo Business Class. Maravilloso.

Y tú, ¿qué vas a perdonar mañana?

No lo tengo claro, de momento ando perdonando una guardería de software, un conjunto de sistemas operativos, apps o capas de software de maduración postergada y de futuro condicional permanente. Mi perdón son 800€ y mis excusas son la cámara y sostener una maravilla de la ingeniería en mis manos ridículamente pequeñas, pero hasta que no lo usas a diario y pasan meses no te haces a la idea de las promesas que caben en 0,69 mm.

Perdoné al iPhone 5s. Perdoné al Nexus 5. Perdoné al Samsung Galaxy S5. Perdono al iPhone 6. Perdonaré al [Inserte modelo de terminal de alta gama]. Y cuanto más te empapas de información, más enfermizo es, al desear y perdonar ya a smartphones de stand y cable, de útero y cordón umbilical. Yo ya tengo unos 1400€ de deseos y perdones en mente.

Smartphones de gama alta: la era del desequilibrio

Un mejor material, una ingeniería más delicada y precisa, unas altas exigencias de calidad, un diseño… Todo eso tiene un precio y se ha de pagar. Pero la alta gama ya no es lo que era, y no se salva nadie: la era de los productos desequilibrados llegó para quedarse a la espera de nuevos lanzamientos, de reválidas, de deberes hechos, de productos redondos. Aunque, sea como sea, algo me dice que volveremos a emular a Fry y a su meme en los futuros lanzamientos.

«La gente prefiere de largo una mentira cómoda a una verdad problemática, sobre todo si sirve a sus fines». En esto sí estamos de acuerdo, Glokta.

2 comentarios

  1. simplemente lo que es , palabras acertadas , punzantes….

    una verdad que incomoda , pero si la aceptas te abre los ojos a lo que somos y hacemos actualmente.

    • Yo misma soy culpable de fomentar esto, como digo. Nos puede el capricho y hacemos por permitírnoslo, es la realidad. Pero cuando sostengo productos de alta gama que fallan o están descompensados, no puedo evitar pensar en esto y sentirme tonta por haber caído. Veremos a lo largo de este año si somos más fuertes o no (yo asumo que en esto no tengo palabra…). Saludos y gracias.

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