Comprar un smartphone: pensar y compensar

Reflexionamos acerca de la situación actual del mercado de los móviles desde el punto de vista del cliente. Sobre lo que es comprar un smartphone: pensar y compensar.

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Como el nitrógeno, el oxígeno y otros gases nobles o no, el consumismo es algo que ha pasado a formar parte del aire que respiramos (sin ser especialmente noble, dicho sea de paso). Algo cotidiano, un tema trillado donde los haya y que no causa la mínima expresión de sorpresa o atención en nuestro rostro cuando se pronuncia esta palabra ante nosotros. Sin embargo, sus vaivenes, sus tentáculos, sus efectos en nuestra vida y en nuestros hábitos, son un debate continuo: el mercado y sus tendencias mueven los hilos de nuestras acciones y opiniones desde arriba como buenos titiriteros, y el escenario actual aún tiene mucha función que mostrar sobre ese linóleo terriblemente pisoteado cada dos por tres por alguna tendencia que lo hace temblar todo de nuevo.

Como toda máquina, este sistema necesita combustible y mecanismos para moverse y avanzar, y eso a la tecnología nunca le va a faltar. En especial, hay un producto estrella. Un producto que, debido a la conjunción de diversos factores socio-económicos, se ha visto arrastrado (o aprovechando) por una corriente con aceleración exponencial para catapultarse hasta representar probablemente uno de los nichos de mercado más importantes de la actualidad. El teléfono móvil: el accesorio hecho necesidad, la niña de los ojos del mercado tecnológico. Un potente creador de tendencias, de movimientos empresariales, de categorías laborales y de masas: de forma de vida.

Comprar un smartphone: pensar y compensar

Pero la macroeconomía nos queda grande (tenía que hacer la gracia). Nosotros, los peoncitos de bolsillo fácil, los clientes de a pie, nos aprovechamos (o eso creemos) de la competitividad entre fabricantes y del chorro de terminales que esto supone, y que al final deja plantas enteras de tiendas repletas de modelos de teléfonos que se diferencian mínimamente unos de otros con precios desde la risa hasta el pago con órganos vitales. A veces, de hecho, parece que haya más modelos que tipos de cliente, y eso que las opiniones son como los c…Cada uno tiene la suya. Así, a primera vista, este descomunal abanico de productos nos beneficia, y, casi por matemática, deberíamos tener claro qué terminal cumple nuestras necesidades así como nuestro presupuesto. Pero nada más lejos de la realidad; si vamos más allá de la aparente graduación del mercado de teléfonos móviles y de las gamas y los tipos de cliente, descubrimos que no está todo tan claro y las connotaciones que existen en cada caso cuando nos disponemos a valorar qué opción nos compensa.

El binomio plazo-precio

Lo tradicional (y, a priori, razonable) es lo de pagar más si a la larga compensa, o su interpretación matizada de “lo barato sale caro”. Unas pautas que bien podrían componer parte de un hipotético decálogo del consumista al uso para ser aplicadas religiosamente ante cualquier planteamiento de inversión. Pero con la Iglesia del móvil hemos topado.

El largo plazo, queramos o no, tiene rango de animal mitológico especie amenazada. Ojo, quienes me conozcáis, por poco que sea, sabréis que soy una firme detractora de lo de meter en un saco a “todos los que”, pero creo que, en general, es difícil hablar de largo plazo en cuanto a posesión de un mismo terminal, por aspectos provenientes tanto de los propios usuarios como de los avispados fabricantes. Si bien es cierto que, en un alarde de racionalidad, compramos para hacer un buen uso y que el producto dure hasta su muerte, hay factores igual de humanos que atentan contra esta sana pretensión y que, según la fuerza de voluntad que tengamos (y queramos ejercer), reducirán en mayor o menor medida el tiempo de posesión de nuestro estimado nuevo terminal. Tanto si nuestra apuesta es un móvil básico que cumpla con nuestras necesidades de mismo rango, como si optamos por el último torpedo premium del fabricante de turno, vamos a tener que vernos tarde o pronto con dichos factores.

«La unidad de tiempo para la obsolescencia, ahora, son los meses.»

El desgaste. Aquí voy a citar a un amigo que pronunció esta frase tan sencilla como cierta en una situación enrevesadamente graciosa: «Las cosas se rompen, porque se rompen». La calidad es (o debería ser) inherente al precio, y no nos van a dar mejores materiales por simpatía o amabilidad, nos los van a dar por dinero. Así, si la inversión es menor, la calidad, por norma general, también, lo que no significa que los móviles baratos tengan carcasas de servilleta de bar, pero probablemente sean plásticos más finos, menos resistentes y más susceptibles al desgaste. Y quien habla de plásticos, habla de componentes (chips, pantallas y demás). El low-cost no es efímero, pero no es eterno, y por muy poco que usemos el producto, el que más y el que menos se vende casi con fecha de caducidad. Siempre habrá productos que pongan en jaque esta estadística, habrán sucesores de ese espíritu de Nokia 3310 que con aires de sonrisa chulesca representen el móvil de padres que nunca se rompe, pero no podemos pretender que esto se convierta en una especie de falso remedio mágico a no volver a comprarse un terminal, porque entonces quien se ríe es el fabricante. No hagamos homeopatía de la baja gama de calidad.

Los pecados capitales del geek y del no tan geek. No os vayáis a la lujuria, que os veo venir. Para unos más que para otros, pero la realidad es que los terminales nuevos se han consolidado como objetos de deseo, algo, de hecho, que este año ha ido en auge gracia a la popularización del hype, que hasta no hace mucho era algo exclusivo de cierto gremio y sólo corrompía las mentes de los más “enfermos” mal llamados freakis. Los fabricantes y los medios se frotan las manos ante el potente “¡Yo prime!” que, con las más humanas envidias y avaricias como carbón, nos mueve a tener la novedad antes que nadie, a ser de los primeros que rompen esa fina lámina de film transparente para abrir la caja del recién nacido terminal top, y decirlo, y mostrarlo, y explotarlo, y lo que sea. Al final, seas uno de estos geeks o no (la degeneración de este término da para otro post), te mueve el deseo, y el deslumbrante nuevo lanzamiento de tu marca fetiche va a hacer que con los días veas a tu terminal actual, el que adquiriste con aquella ilusión y con miras de que te durase hasta el infinito y más allá, con otros ojos, con ojos de «¿Aún te tengo en mis manos?». Va a envejecer y a desfasarse exponencialmente en las horas sucesivas a la salida de su flamante y potencial sustituto y con cada cartel del nuevo teléfono que veas. Eso es así, y ya depende de lo maleables que seamos ante el agresivo marketing y el grado de “culo veo, culo quiero” endógeno de cada uno.

Muerte por OTA. Ah, el software, tan celebrado como maldecido, ese caprichoso instrumento que nos hace fluctuar en un mar de alegrías y penas, que esperamos y que odiamos según el caso, el ying y el yang 2.0. El calificativo de “antiguo” en la industria móvil ha variado con la llegada de los smartphones y la casi total extinción de los sistemas operativos móviles en pantallas de 2 colores aplicándose mucho antes de lo que se hacía: la unidad de tiempo para la obsolescencia, ahora, son los meses, y paulatinamente cada vez menos. La moda era el principal factor para esto, el recurso fácil que actúa de motu propio y que permite que a veces nosotros mismos le hagamos el trabajo a los creativos: hecha la tendencia, hecho el nuevo producto. Pero hay algo más fiable en este sentido, algo contra lo que incluso los rancios que a veces hacemos “ojos ciegos” a las tendencias y vamos a la nuestra en plan «Pues no pienso comprarme unas Wayfarer de reflejo multicolor» no podemos: la obsolescencia por software. El reactivo limitante de nuestro terminal va a venir con nombre numérico, en forma de persistente notificación y más o menos tarde según modelo y sistema operativo: una versión de software que implicará una jubilación total o parcial a tenor de la fluidez y características que pierda el terminal tras instalarla. Esta actualización killer forzará que nos planteemos una renovación que no va a depender de los deseos que citaba antes, la vamos a pedir porque nuestro terminal se ha patatizado: va lento, no hace lo que hacía o incluso es inestable, y esto no son exigencias de un geek o de un heavy user, esto son síntomas objetivos y muy molestos. Y la tecnología debe significar comodidad y facilitarnos tareas, no ocasionarnos esfuerzos, quebraderos de cabeza o ganas de practicar el lanzamiento de móvil por la ventana.

El largo plazo existe, no es un dodo, pero tampoco podemos abrir la veda del todo e ignorar las amenazas, seamos el caso que seamos.

El cliente de los 600€

Comprar un smartphone

Quien dice 600€ dice 700€ u 800€ (o más). Hasta estos números hemos llegado al hablar de precios de terminales, tanto en su salida como en los meses sucesivos, porque no siempre se cumple eso de la depreciación y, tras una estudiada espera, baja de precio. El hecho es que hay una corriente continua que quizás no sea paradójicamente la más caudalosa, pero que ayuda a que la noria de los lanzamientos de flagships a precios de escándalo siga girando: la de los early adopters. No tengo datos ni números, pero tengo TL, y haberlos haylos, siempre, en mayor o menor medida, pero en cada lanzamiento hay quien se apresura a conseguir el nuevo terminal como quien va apartando cabezas por tocar a su ídolo, sea por aquello de los pecados capitales o no. ¿900€? 900€ [sonido de caja registradora]. Obviamente este rol será encarnado más fácilmente por aquellas personas solventes y que puedan permitirse estas inversiones sin mover demasiados hilos, consultar a terceros o calentarse mínimamente la cabeza a corto o medio plazo, y que puedan repetir la jugada pasados unos meses. Pero vamos a romper el saco de nuevo, el de clasificar, que no nos gustan.

El cliente de 600€ tiene muchos orígenes y muchas variantes, y todas ellas hacen que constituya un ladrillo básico en el entramado del negocio del smartphone. Puede ser el que metódicamente planifique comprar el flagship de turno en cuanto salga, concienzudamente bien entrenado por los fabricantes y sus ciclos de lanzamiento, o puede ser el maestro del trueque que logre adquirirlos partiendo de una inversión inicial y jugando con la compra-venta de terminal top a terminal top, entre otros ejemplos. El caso es que tanto los fabricantes como los carroñeros (este calificativo va con cariño y respeto, que una está a veces entre ellos, además) que esperan la jugosa segunda mano que queda tras el hype y el manoseo esperan la precipitada actuación del early-adopter. Por esto podemos pensar que, en general, este tipo de cliente no mida en años la duración de sus adquisiciones, sin significar esto que el cliente de 600€ descuide o infravalore su caro y resplandeciente móvil. Yo abro paraguas, pero dejadme matizar.

«Es bastante probable que un usuario estándar no se plantee una inversión que supere los 200€.»

Depende de en qué punto entre necesidad y afición nos encontremos. Por lo general, un usuario estándar con necesidades básicas va a querer un producto que se corresponda a esto, y aunque busque algo de calidad, es bastante probable que no se plantee una inversión que supere los 200€ porque el mercado le da lo que pide por menos e incluso pudiendo elegir. Y como quiere esto, y lo va a seguir queriendo en adelante, hay un largo plazo implícito, aunque luego sean los factores que he citado antes los que determinen si finalmente lo es. El usuario que sabe de la existencia de terminales premium, que invierte altas cifras para conseguirlos, no es básico y, por tanto, probablemente no sea conformista, y sabe de qué va esto. Los factores personales determinarán el ciclo de renovación del terminal, pero por poco voluble que se sea, cuando tonteas con el tablero de juego de la oca de los flagships has de saber aplicarte muy bien lo de los tres monos sabios (más comúnmente conocidos como los tres monitos del WhatsApp) para no caer en esa atractiva y a veces peligrosa vorágine de cambiar de terminal por deseo y no por necesidad. No todos vamos maniatados por el consumismo en este sentido, existe el cliente de 600€ no reincidente que espera a la enfermedad o muerte “natural” de su súper móvil ya geriátrico para lanzar el dado y mover ficha al siguiente, y escribe su currículum de terminales en un eje cronológico con la unidad mínima en años. Pero no creo que sea lo común, creo que cuando hablamos de este rango de inversiones lo de “necesidad” se entrecomilla algo más, y de ahí que me sea difícil contemplar un largo plazo, en general.

Lo que compensa

Comprar un smartphone

¿Compensa una mayor inversión para un largo plazo o una menor inversión para uno corto? Si nos hacemos esta pregunta tal cual a nivel personal a la hora de adquirir un terminal cometemos un error de raíz porque establecemos un tándem de condiciones que no existe, una disyuntiva ficticia que no se cumple en un mercado con tal plasticidad como el de los smartphones, y con tal variedad de clientes con, a su vez, una amplia variedad de gustos y necesidades. No hay más que ver las tendencias en la construcción de los terminales: tamaños, materiales y colores que, cuando se reflejan en gráficos de tendencia, parecen los niveles hormonales de un adolescente.

Es un juego voluntario, entra quien quiere y te sales cuando lo deseas, pero aunque seamos nosotros quienes movamos el cubilete, siempre habrá elementos que no estén en nuestra mano e influyan en la jugada, y los dados pueden ser muy, muy caprichosos. Lo que compensará, siempre, es saber las reglas del juego y observar los movimientos de cuantas más fichas mejor, y ya cada uno que juegue cuanto quiera.

5 comentarios

  1. Esto que comentas es algo aplicable a todas las compras que hacemos en la actualidad pero cuando entran en juego ciertos factores (un saludo a los fanboys) parece que aumenta.

    Sobre los precios, qué decir, como he comentado por Twitter empiezo a pensar que merece más la pena pagar esos 200 euros un año y cambiar por capricho al año siguiente a otro móvil del mismo precio que pagar 400 por un terminal que tenga que aguantar dos años.

    ¿Os imagináis que sólo cambiáramos de móvil cuando realmente lo necesitáramos? Brrssss… qué escalofrío.

    • Jajajaja, desde luego eso último que apuntas sería muy aburrido y tendría repercusiones serias en nuestras vidas, así que sí, escalofríos y emoji de la carita azul de susto 😛

      Para casos inquietos (por no decir otro adjetivo) como el nuestro, está claro que esta costumbre sale cara, y que compensaría a nivel económico (y puede que a nivel de entretenimiento) tirar por estos terminales de baja-media gama de entorno a los 200€ y tener un ciclo de renovación más corto, aunque en realidad no sé si las pequeñas sumas de dinero que se perderían entre una venta y otra no acabarían siendo un «muchito» de dinero, y si a la larga y en conjunto eso no sería peor para nosotros como clientes, incentivando la creación de productos de, en principio, menor calidad y con fecha de caducidad (no son todos Moto G).
      En todo caso, creo que es un mercado muy flexible y atractivo, y que espero que el techo se establezca en esos 600-700€ (Apple a parte) simbólicos y no suba más (pedir que este techo fuese inferior y más acorde a la economía actual y al precio adecuado para el producto en sí sería pedir peras al olmo o soñar despierto), y menos con los precedentes de relación calidad-precio que hemos tenido con la mayoría de flagships este año. De cara al año que viene me gustaría dejar de ser una cliente de 600€, pero afirmarlo sería un despropósito sosteniendo un smartphone de 800€ en mi mano… Btw, gracias por comentar ^^

  2. Son tantos los casos que existen que resulta arriesgado tratar de simplificar pero creo que es como dices: quien gasta poco quiere que dure mucho y al revés.

    Buen artículo amistroll, enhorabuena 🙂

    • Sí, es arriesgado, a la par que injusto, de hecho mi respuesta demasiado generalista al tweet de Fernando ya causó las primeras reacciones totalmente razonables, pero en mi opinión es una realidad bastante general a tener en cuenta y que en parte es motor para que este mercado funcione como funciona.

      Muchas gracias, #amistroll :)))

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